WORKAWAY
France volunteering experiences
Marseille
16/3/22 – Día 2 con la Turras
Al día siguiente despertamos sobre las 9 o las 10, sin prisa desayunamos y luego cogimos el coche para irnos al barrio de las afueras de Marseille. Ya estábamos en un barrio un poco sucio, pero nos fuimos al extrarradio de la ciudad: había coches destrozados, coches sin piezas y un portal gigante con grafitis de marihuana y, dentro, un cartel que ponía los precios de la droga por gramo: cocaína, speed, marihuana, extasis… Y La Turras me cuenta que siempre hay redadas ahí, pero que no lo cierran porque la policía busca al pez grande en lugar del pequeño.
La zona del segundo piso estaba llena de coches desmantelados, los edificios eran altos, grises y feos, y Claire me comentó que estaban la mayoría ocupadas por inmigrantes y que si les faltaba partes a los coches desmantelados era por su pasión por la mecánica porque siempre les veía arreglar los coches. Yo flipando, callada, seguí y proseguí. Entonces, fuimos al piso, subimos hasta el 5º y me contó: que el vecino de abajo es okupa, que tenía casa en el edificio de al lado, pero que como lo van a derruir le habían echado, y que entonces al echarle le habían dado un contrato del ayuntamiento en el 7º piso de este edificio. No conforme con ese piso, también había okupado el 4º. Esta fue la primera toma de contacto con la información del vecino.























Mi tarea consistiría en hacer una estantería con las maderas que habíamos traído. Primero vacíamos el armario de zapatos, y luego empezó a decirme que había que quitar unas maderas, seguidamente vimos que un trozo de pared sobresalía, y yo, harta, harta de la turra, cogí un martillo y una espátula y saqué el trozo de pared que sobresalía con maña y simpleza. Eso la relajó un poco, pero siguió contándome sus preocupaciones sobre las distancias, de modo que yo le comenté de hacerlo primero en un papel y ella siguió contándome rollos. De pronto empecé a ignorarla y a hablar en catalán porque ella hablaba español e inglés, pero no catalán, así que empecé a maljurar en catalán en el extrarradio de Marseille.
Consigo que ella me ignore y se puso como a arrancar los zócalos viejos para poder cambiarlos – los zócalos son el revestimiento inferior del suelo que toca las baldosas o el parqué en una habitación. Yo contenta de mi independencia empiezo a tomar las medidas para hacer los agujeros en la pared, seguidamente empiezo a taladrar… ¡ Qué sorpresa la mía al oír los gritos de un vecino! Maljuraba un francés muchas cosas, quizás durante 5 o 10 minutos, bajo el ruido del taladro no se oían pero en los momentos de pausa se podía distinguir. Viendo el estado del barrio, la fama de la ciudad y el estado del edificio, exageré y pensé que quizás iba a morir ahí, pero conservé la calma y simplemente avisé a mis amigos por whatsapp de mi ubicación, y luego me dispuse a seguir haciendo agujeros. Por otro lado, la Turras, al ver que los gritos no cesaban, sin problemas ni tapujos salió por la puerta dispuesta a hablar con el vecino; al quedarme yo sola en casa es cuando mande la ubicación a mis amigos en España. O sea: había un tío maljurando desde hacía 15 minutos porque no parábamos de hacer ruido y va la Turras y sale a hablar con él como si fuese todo esto lo más normal del mundo. Vuelve. Dice que el tío está enfadado porque hacemos ruido, y muy lógicamente – tal y como era ella – me explica que él no tiene derecho a quejarse porque es jueves y son las 11 de la mañana y ya no son horas de dormir, añade un juicio, “si tuviese un trabajo normal no tendría este problema” y, de fondo, se sigue oyendo al tío gritar. Cerramos la puerta y seguimos taladrando
Al salir de edificio nos encontramos a una mujer que le ha sonreído amablemente, y entonces me cuenta que es la mujer del chico que grita, que habían tenido unas peleas, pero que ahora eran amigas. Me explica que su exnovio – el canadiense – y el señor que chillaba se habían pegado a golpes la semana pasada, entonces la mujer se había peleado con ellos, pero la Turras les había hecho un pastel para hacer las paces y tener el rellano calmado. La conclusión de toda esta historia para La Turras era que su exnovio se preocupaba por ella y que se había pegado con el vecino para defenderla. Yo lo veía de otra forma, pero me callé porque me hacía ilusión verla con algo de amor correspondido tras sus mil y uno esfuerzos porque el chico la quisiese. La historia desarrollada fue la siguiente:
Hay 4 personas en esta historia: el vecino que chilla, su mujer que nos saludó al salir, la señora del 6º que murió en un incendio y el exnovio canadiense. De pronto había una mujer muerta en la historia, no lo vi venir.
Sigo: Claire tiene comprado el piso 7, el ascensor del edificio solo llega hasta el 6, que es el rellano dónde se quemó la casa con una mujer dentro hacía relativamente poco. No adiviné yo que relativamente poco era menos de un mes, no había caído yo en la cuenta de que la puerta de la casa del rellano del 6º estaba negra por eso. Pero así era: había en el rellano del 6º piso una puerta negra y nosotras al subir al 7º la dejábamos atrás; al día siguiente yo vería a Karen traer agua con jabón sucia de negro con una esponja y no sabría hasta más tarde que realmente le había pedido que limpiase la puerta de una recién fallecida. Pero sigamos con la historia principal: una mujer había muerto en el 6º piso cuando se empezó a quemar la casa, el canadiense estaba en casa cuando eso pasó y se quedó horrorizado del recuerdo ya que, además, le recordaba sus traumas de cuando encontró a su propia exnovia canadiense suicidada – esta es otra historia – así que para evitar ese trauma, en lugar de bajar en el 6º piso con el ascensor, bajaba en el 5º y subía los otros dos pisos andando. Es el en 5º piso que viven la familia del señor que grita como okupas y que tienen también alquilado el piso del 7º. Como están de okupas y de alquilados, y como una cabra, cuando el canadiense baja en el 5º piso, el okupa se ofende y se piensa que lo hace para reñirle o llamar su atención, de modo que terminaron gritándose y peleándose. Entre tanta discusión el vecino llamó “puta” a la Turras y el canadiense, no pudiendo retener el honor de su dama y su propia hombría, decidió pegarle. Consecuentemente, la mujer del okupa está enfadada con la Turras porque su novio ha pegado al suyo, entonces Claire decide hablar con ella y explicarle que los hombres son tontos, que no hay que caer en sus errores y le hace un pastel. La otra mujer, complacida, le da la razón y consiguen hacer las paces ya que además de los vecinos del 5º son los vecinos de enfrente en el 7º.